No es capricho, padezco el fuego,
el
pulso
atormentado, frenético que antes, no
tanto antes iba bien para las Cortes,
iba
bien
y ahora, por libertad quizá, o por
parto
de conciencia, de cogito, de
laisser faire laisser
passer o
por
derecho
universal del hombre del
ciudadano va
bien
para atinarse uno, para juzgarse
algo
más en el grasiento, gregario
marasmo
del pan mal impartido, del
púlpito
de las promesas, del
pálpito
de irnos sin piedad al caño y solos,
solos
como nacimos.
Ahora
vendrá la noche y vendrá
como
plétora de musas de la Pieria, o del
seno sangrante
de la tierra, o de
esta
curvatura de alcohol de la copa,
el
sacrificio del poema, el despojo
de
mí, que no es gracia, ni desgracia, ni
se
nace, sino dolor lucubrante, locura,
sino
mi
falange de amor contra la muerte.
No
es capricho, son mariposas, son
diatribas
que hay que excretar para que nazca
el
mundo y desaparezca,
que
de quedarse ellas muere uno, muere
de estruendo de misterio
un Jueves de Lluvia
o
un Viernes de Santos como Vallejo.
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